jueves, 27 de septiembre de 2012

La disciplina (y el trabajo interno)


Habitualmente, se relaciona esta palabra con algo negativo. En realidad, no tiene por qué ser así. Me voy a valer, nuevamente, de la definición de Wikipedia acerca de una palabra:

En su sentido original, la disciplina es la instrucción sistemática dada a discípulos para capacitarlos como estudiantes en un oficio o comercio, o para seguir un determinado código de conducta u "orden". A menudo, el término "disciplina" puede tener una connotación negativa. Esto se debe a que la ejecución forzosa de la orden -es decir, la garantía de que las instrucciones se lleven a cabo- puede ser regulada a través de una sanción. También puede significar autodisciplina, en el sentido de "hacerse discípulo de uno mismo", es decir, responder actitudinalmente y en conducta a comprensiones e ideales más altos.

Gracias Wikipedia. Seguimos con lo nuestro.

Mi idea era hablar de la disciplina como un orden que uno tiene, como una conducta constante para lograr un objetivo. Sin embargo, primero voy a hacer hincapié en la connotación negativa de esta palabra. El problema es que la usan milicos y padres dictadores, digo autoritarios, y cuando la emplean, lo hacen para imponer. Lo que buscan es que su hijo/a aprenda algo, pero lo hacen como amenazando; o sea, tal y como lo dice la definición de más arriba: (la connotación negativa) “se debe a que la ejecución forzosa de la orden -es decir, la garantía de que las instrucciones se lleven a cabo- puede ser regulada a través de una sanción”. En este caso, la sanción va a ser un castigo por parte del padre, lo que presiona y condiciona al hijo.

En la definición de disciplina que yo entiendo, está muy claro que la idea es adquirir una constancia en lo que realizamos, ordenadamente también. Muchas veces me preguntaron como se me dio por escribir mi libro. En medio del relato, yo cuento que casi todos los días escribía un poquito a la noche, de a una página, o lo que se me ocurriera, menos también. Allí la gente me ha dicho:

- Ah, fuiste constante, eso es importante. Es lo que a mí me falta.

Alguno aportó que tuve disciplina a la hora de escribir, lo cual era fundamental. Y sí, en algunas cosas tengo esa constancia. Yo creo que la aprendí mediante el trabajo interno. Este no es tan simple, aunque tampoco es demasiado complicado... en fin, punto medio, como generalmente recomiendo.

El trabajo interno consiste en auto-observarse, de una manera “imparcial”, por así llamarla, cosa nada sencilla. De algún modo u otro, somos subjetivos al vernos los defectos o falencias: “No, es que tengo esta actitud porque...” Y aparecen los por qué, uno tras otro, justificación tras justificación. Ojo, no está mal, ya que está bueno ver la razón de nuestras actitudes. Pero si nos ponemos a justificarnos sin hacer nada al respecto, no conseguiremos nada; por eso, está bueno observarse uno mismo para PONER EN PRÁCTICA la disciplina en el trabajo interno.
No solo los defectos hay que mirar para corregir, sino que también debemos hacer hincapié en nuestras virtudes, motivarnos porque las tenemos (nada que ver con vanagloriarse, que es jactarse, presumir y que corresponde al ego) e intentar potenciarlas. Y una característica del trabajo interno es, justamente, que no tenemos que andar mostrándoles a los demás lo que hacemos, eso es cosa de cada uno. Ahora, si las personas nos notan cambiados y nos preguntan, podemos comentarles lo que estamos haciendo.

Luego de empezar a trabajar internamente, podemos empezar a adquirir constancia. Ah, me olvidaba: para el trabajo interno es FUN-DA-MEN-TAL ser constantes para practicarlo. Porque si no, nos vamos olvidando de lo que descubrimos y empezamos a caer en los mismos errores. Entonces, ahí está la práctica de la disciplina. Y con el tiempo, hasta como que la incorporamos como algo habitual a nuestra vida. Eso sí: los esfuerzos hay que seguir haciéndolos, porque sin GANAS, no hay ni constancia, ni trabajo interno, ni nada.

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