martes, 25 de septiembre de 2012

Acerca de la experiencia…


Después de recordar diálogos con personas con las que hablaba que me “aconsejaban” (de buena fe) porque tienen “experiencia”, y sobre todo teniendo en cuenta que algunas de ellas están en una situación laboral complicada, se me ocurrió una idea de por qué no se toman en los trabajos a las personas de más de 40. Sí, supongo que además de que, tal vez, haya que pagarles más si tiene hijos, también ocurre que no va a estar dispuestas a hacer ciertas cosas, ya que no están para “hacer cosas de pendejos”.

Y volvemos al tema del derecho de piso: ¡cómo les gusta a los jefes molestar a los nuevos! Pero cuando el “nuevo” no es tan nuevo en la vida... allí se genera un choque de egos (difícilmente salga algo bueno de esto). Y también, será una persona que se crea que tiene mucho para aportar (puede ser) y va a decirle sus ideas al jefe. Esto no está mal, pero hay ocasiones en las que la forma de expresarse termina siendo más importante que en otras. Y digo esto porque si la persona “experimentada” no usa los modos correctos al expresarle su idea al jefe, este último va a pensar que le quiere “enseñar” (sobre todo, si el jefe es más joven). Entonces, pareciera que mejor es tomar a alguien más joven, así se lo moldea a gusto del empleador. Claro que si tiene algo de experiencia (laboral, en este caso), tanto mejor. Pero eso de pedirle, en los requisitos, a alguien más joven una experiencia de 4 o 5 años en tal cosa, y conocimientos de esto y lo otro... vamos, sabemos que eso lo puede tener el jovato, más probablemente. Falta sentido común en los empleadores, también...

Y con respecto a los “experimentados” en la vida cotidiana, se suele padecer a los adultos maduros o a los ancianos. Sobre todo, al primer grupo, ya que tienen un nivel de soberbia muy grande, creyendo que se las saben todas (aunque dicen que no... ¡Quién los entiende!). El problema mayor reside en que creen que TOOOODO lo que les pasó,  indefectiblemente tiene que ocurrirle a TODAS las personas. Pero, ¿por qué? Si uno no tiene por qué caer en los mismos errores. Ejemplo típico:

- Cuando vos fuiste, yo ya fui y vine 5 veces...

Una respuesta inteligente, aunque provocadora:

- Tal vez, pero yo no voy a ser tan bobo de caer en tus mismos errores, para eso, me fijé en los tuyos y no los voy a repetir. Con un ida y vuelta me alcanza...

Tajante, pero efectivo. Después, lo más difícil: cumplir lo que uno dijo. Para eso, hace falta constancia, disciplina. Pero no se trata de cumplirlo para desafiar al otro, para rebelarse. No, esa no debe ser la motivación, porque nos estaríamos dejando llevar, innecesariamente, por la opinión ajena, ya que estaríamos queriendo demostrar algo. Pero sí estaría bueno mostrarnos a nosotros mismos que podemos cumplir lo que decimos o lo que nos proponemos, porque tenemos disciplina.

Y a propósito de la disciplina, será el próximo texto, como para entender que no es una mala palabra sino que, aplicada en la práctica correctamente, puede darnos grandes resultados.

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