martes, 1 de mayo de 2018

Felicidad


Esa simple palabra es la verdadera motivación que todo ser humano busca. Si prestamos atención, durante largo tiempo se han buscado fórmulas para obtenerla. Inclusive, con el típico extremismo mental humano, se ha querido ser feliz hasta la muerte, o sea, felicidad infinita, sin momentos infelices. Esto no podría ocurrir por el simple hecho de que los momentos de adversidad sirven como pruebas. ¿Y en qué nos prueban? Sencillo: podemos tener un muy buen pasar y haber aprendido importantes lecciones de vida. Sin embargo: ¿las aprehendimos? ¿Quedaron marcadas esas experiencias en nosotros? Entonces, a pasar la evaluación de turno de la vida… y acá no hay notas. Solo es aprobada y desaprobada. Pero aun si no pasamos la prueba, podemos tomar esa experiencia para la próxima. No importa la cantidad de años que uno tenga: lo empírico es importante solo cuando recordamos las lecciones. De otra forma, se convierte en experiencia nula. Es cierto que los años nos la dan; a pesar de eso, no es para jactarnos de las mismas, sino para crecer como persona y para recordar lo vivido en situaciones similares y no cometer los mismos errores. Y por supuesto, para ayudar y guiar a otros.

Volviendo al tema central, por regla general, no admitimos que podemos ser felices HASTA QUE NO NOS LLEGUE LO QUE QUEREMOS. Esta es una clave muy importante (motivo por el cual estoy haciendo este escrito, por darme cuenta de que estaba cayendo en ese error) para quitar tanta expectativa a futuro y disfrutar más del presente. En el Guerrero Pacífico aparece este concepto. También, unido a él, algo así como: “La felicidad está en el camino, no en la meta”. O en otras palabras, DISFRUTAR mientras se va transitando el camino. Claro, porque puede pasar que cuando lleguemos a la meta, nos sintamos vacíos. Al quedarnos sin objetivo, pensamos: ¿y ahora qué? En cambio, si fuimos disfrutando lo mayor posible cada tramo que pudimos, al llegar a la meta podemos sentirnos realizados. Y, en esta ocasión, sí ver hacia el pasado (solo un ratito) para poder darle mayor valor a lo conseguido. Lógicamente, tendremos más metas. Pero esta la pudimos valorar como corresponde. Ah, por cierto: una clave para no perder tanta energía porque no se da algo es no poner una expectativa tan alta. Esto es, más bien, un truco psicológico. A lo mejor creíamos que una situación se iba a dar de tal manera. Al no darse de esa forma, nos decepcionamos o frustramos y generamos mala vibra interna. Se hubiera evitado fácilmente con aceptar que las cosas se podían dar de tal forma o tal vez no. Una especie de adaptación a la situación. Lo que sí, recordar que la expectativa es importante, tampoco serviría “no poner expectativa” (que no existe) o mejor dicho poner muy pocas, ya que también es cierto que las expectativas generan una fuerza interna o motivación para hacer algo.

Finalmente, considero importante recordar que debemos permitirnos tener algún bajón debido a que somos seres humanos. Además, si recordamos nuevamente el Quinto Principio Hermético, el de Ritmo, entenderemos el porqué de esto. Para refrescar y simplificar, este principio se ejemplifica con un péndulo. Este se encuentra quieto, en el centro. ¿Qué pasa cuando lo empujamos hacia la derecha? Naturalmente, vuelve con la misma fuerza hacia la izquierda. Y así se va a mantener, de lado a lado, hasta que nuevamente encuentre el “centro”. Si la derecha era la euforia, la izquierda bien podría ser una tristeza o ira profunda. ¿Se entienden ahora los cambios de humor extremos? La clave está en bajar el extremismo. Disfrutar de la sensación de bienestar, por supuesto. Pero no pasarse (o sarparse, interesante “alverre” por “al revés”, utilizado en Argentina), ya que, por principio de ritmo, en algún momento va a venir un sentimiento “opuesto”. Hay otro principio hermético que habla de ello, pero no viene al caso. Lo mejor, como es un clásico del final en mis escritos, es el equilibrio. Lo más cercano al centro posible.