En líneas generales, la gente anda por la vida a una gran
velocidad,
rara vez se detiene a reflexionar (lógicamente, NO
SE DA CUENTA DE ESTO). Esta velocidad, permite realizar
muchas cosas en poco tiempo, pero a la vez, requiere de
una mecanicidad para poder ejecutar las actividades en
corto plazo. ¿A
qué me refiero? Resultaría hasta extraño si nos detuviéramos
a observar
cómo hacemos las cosas en nuestra vida: por ejemplo,
bañarnos. Uno
no anda pensando en cada paso que va a ejecutar. Parecería
muy gracioso
ponernos a imaginar, por ejemplo, que nos tuviésemos que
detener
a pensar lo que hacemos cuando nos enjabonamos: “me
enjabono el
cuello… voy pasando la esponja alrededor... paso al hombro
derecho...”
Por supuesto que este ejemplo es exagerado, pero la idea
sería que
nos demos cuenta de que, en algo tan simple, podemos
encontrar la
explicación a esto que nos parece “común”, “normal”:
hacemos prácticamente
TODO como si fuéramos máquinas. Sin tomar en cuenta,
demasiado,
este ejemplo extremo, el tema sería concientizarnos acerca
de
lo automáticos que somos para hacer
todo. Hasta creemos que es una
gran virtud ser como una máquina. Pero serlo la mayor
parte del tiempo,
no es lo recomendable.
Veamos: al aprender algo, la primera vez que lo ponemos en
práctica,
lo hacemos despacio; incluso quien nos enseña, nos incita
a que
empecemos tranquilos. Esto es porque, si aprendemos algún
paso mal
y continuamos cometiendo el mismo error, nos quedará “registrado”
en
la mente que tal procedimiento es de una manera
determinada. Por lo
tanto, nos será más complicado corregir este desliz
posteriormente y
registrar en nuestra mente la “modificación” del paso erróneo.
(Ejemplo:
Al hacer papas fritas, si no aprendemos que el aceite debe
hervir antes
de ponerlas, puede que sigamos cometiendo el mismo error
en algunas
ocasiones).
Luego de que aprendimos bien, la segunda vez será más
fácil. No
tardaremos tanto en realizar la actividad, ya que no habrá
que pensar
demasiado para hacerla. Las siguientes ocasiones, nos
resultará más
sencillo todavía; incluso podemos hacer otra cosa aparte
de esta actividad,
porque ya la sabemos hacer bien. Es como si tuviéramos una
especie
de “memoria” sensorial; cuando queremos hacer algo, sólo
debemos
buscar la “información” en el “disco duro” del cerebro. Y
al ejecutar la
orden dándole enter... comenzaremos a realizar la
actividad de forma
AUTOMÁTICA (el “proceso de búsqueda” de esta información
es rapidísimo,
seguramente menos de un segundo). Y así con todo.
Ojo, esto tiene sus grandes ventajas, no quiero decir que
esté mal.
Si tuviésemos que pensar, lentamente, para hacer
ABSOLUTAMENTE
TODO, tardaríamos mucho tiempo y no podríamos optimizar y
realizar
muchas labores, sino muy pocas. Pero a lo que apunto, es
que toda
nuestra vida la transitamos como si fuésemos máquinas. No
lo somos.
En realidad, somos seres humanos... Esta afirmación parece
muy tonta,
obvia, sin embargo, en la práctica se nos olvida. Al vivir
apurados, no
recordamos dónde dejamos el paraguas, si saludamos a tal
persona, si
tomamos la pastilla, etc. Pero es que estamos a full...
claro. Cualquier
persona cree que es “normal” hacer las cosas
automática-mente.
Por experiencia propia, recomiendo que nos observemos a
nosotros
mismos de vez en cuando. Esto puede ser interesante y, a
la vez, divertido.
Notaremos “cómo” hacemos las cosas, además, que cuando
queremos
observarnos, con el intelecto no podremos seguir al
cuerpo, debido
a la velocidad de la “memoria” sensorial mencionada
anteriormente.
Para que se den una idea de la sensación que pueden tener
al auto observarse
y lograr conciencia de uno mismo, sería algo así como en
alguna experiencia que hayamos tenido alguna vez,
seguramente grata:
estar en tal lugar, o con una persona que creíamos
inaccesible. “Guau,
yo, acá, en este lugar (o con esta persona)”. De todos
modos, dejaremos
este ejemplo de lado; ya que se desarrollará, con
profundidad, en el
último capítulo.
Seguimos adelante: el incorporar de forma práctica una
visión distinta
de vida al subconsciente hace que actuemos de otra manera,
incluso
mecánicamente; esto último sería cuando no nos observamos.
Cuando
ese conocimiento empieza a ingresar en uno, o sea, forma
parte de la
mentalidad “habitual” o “normal”, empieza nuestro cambio.
Un cambio
nada fácil, por cierto. Empezaremos a ver todo de otra
manera, hasta
puede que nos preguntemos cómo puede ser que antes no nos
dábamos
cuenta de determinadas cosas. Pero lo mejor de todo, es
que encontraremos
respuestas a preguntas que antes no podíamos respondernos,
sólo aceptábamos que así eran las cosas, ya que nadie nos
lo había podido
explicar (o tal vez, tampoco nosotros nos hicimos esas
preguntas).
Volviendo al tema de la masa, sería interesante explicar
algo con respecto
al proceder de los individuos cuando interactúan y cuando
están
por separado. Para explicarlo mejor, cito el dicho: “El
hombre piensa, la
masa no...” ¿A qué se refiere esta frase? Sencillo: cuando
hablamos con
alguien, podemos analizar las cosas que decimos,
reflexionar para no
decir barbaridades (algunos, ni eso... aunque no venía al
caso) o, a lo
sumo, para no comentar cualquier cosa, como si no
estuviésemos prestando
atención al tema del cual nos hablan. Pero cuando estamos
en la
masa, rara vez nos planteamos lo que escuchamos: un líder
político o
religioso, puede empezar a hablar enardecidamente, y
nosotros ni cuenta
nos damos de por qué todos empiezan a exaltarse, a gritar,
tal vez.
Probablemente imitemos el comportamiento. Si la persona al
frente del
micrófono hablara pestes de alguien, puede que, en ese
momento, hasta
nos creamos lo que dice. Esperemos que no mande a linchar
a nadie,
porque la masa, obediente como es (y floja de actitud para
discernir),
va y lo hace. ¿Y por qué la gente cae en este estado, como
de hechizo?
Porque se genera una especie de mente grupal, que es
comandada,
en este caso, por quien está al frente del micrófono, o
sea, la persona
que le habla a la masa. En otros casos, también puede que
no haya un
líder definido, como en los saqueos. ¿Cómo es posible que
gente que
jamás ha robado en la vida, esté pasando por el lugar y,
de golpe, siente
ganas de saquear también? Porque la energía de la mente
grupal fue
más fuerte y el individuo cedió. En los linchamientos es
igual. Sólo basta
que haya personas con ganas de violentarse y una razón “justificada”,
que sería un grave delito que haya cometido el futuro “linchado”.
Sólo
que, a veces, hasta es inocente de eso que se acusa, pero
se le ha hecho
tan mala fama que los demás lo creen culpable (de todos
modos, no
era la solución ir y “enseñarle” a los golpes limpios).
Ahora, la parte práctica: ¿cómo evitar ser absorbido por
la mayoría?
En esos momentos, habría que conseguir un instante de
reflexión. ¿Fácil?
Para nada. Las primeras veces, hay que tener una actitud
pre-determinada
de no violencia; más adelante, ya la tendremos incorporada
como algo normal. La energía de la masa nos va a tentar,
incluso, las
personas con sus comentarios pueden darnos argumentos que,
en esos
momentos, consideremos como exactos, justos para la
ocasión. Poder
serenarse es todo un logro, aun cuando no lo consigamos
del todo y tengamos
sentimientos negativos. Si no propinamos insultos o si no
vamos
y hacemos justicia por mano propia, etc., ya es un gran
avance. Una gran
ayuda puede ser prestar atención a la
respiración. Es una técnica que, si
usáramos más seguido, podría calmarnos con más facilidad.
También,
recordar el dicho mencionado “El hombre piensa, la masa no”.
¿Acaso
somos títeres, robots, que no tenemos voluntad y nos vamos
a dejar llevar
por todo lo que dicen los demás? Si la mayoría lo es,
problema suyo,
nosotros aspiremos más alto. Entonces, a aplicar
prácticamente el dicho
y no filosofar solamente.
Adaptarse
a los cambios
Siguiendo con el tema de la masa, debemos advertir algo
que vendría
bien para que se produzcan grandes y beneficiosos cambios;
justamente,
ADAPTARSE a ellos.
Intentaré explicar la idea: La mentalidad cotidiana no
favorece el
adaptarse a los cambios sino, más bien, acostumbrarse a
algo. Una vez
que ingresó esa costumbre, se forma una estructura en
nosotros, que
favorece a la automatización del cerebro. ¿Es malo esto?
Para nada.
Es normal. Pero, ¿qué pasa cuando se produce un quiebre en
la rutina?
Puede confundirnos, mucho o poco. El talento está en TENER
LA
VOLUNTAD, LAS GANAS de reacomodarnos a esta modificación
que se
va a producir en lo cotidiano. En este aspecto, los más
chicos tienen la
ventaja de querer aprender y aprender, por lo que van a
estar dispuestos,
mental y físicamente, a un cambio de estructura sobre
algún tema o,
directamente, a aprender algo nuevo y a adaptarse a ello.
Es que, al no
tener demasiada información pre-determinada, están más
dispuestos a
lo nuevo. Falta exponer más estos temas en la cultura
general, de modo
que, a las personas mayores, luego no le cueste tanto esta
adaptación a
los cambios. Por cierto, ésta es una de las claves de los
exitosos. Supieron
acompañar el cambio en vez de resistirse a él. Puede que
les haya
costado pero, finalmente, lo consiguieron.
Otras personas se resignan en vez de adaptarse y no les va
tan mal
ya que, luego, se acostumbran. Claro
que, si vuelven a cerrar su mente,
se les complicaría si apareciera un nuevo acontecimiento.
Y también están
los que no logran “aclimatarse” y sufren horrores. Tal
vez, con mucho
esfuerzo, logran aceptar que ya todo no es como antes,
pero se la pasan
reviviendo el pasado una y otra vez, con lo que su mente
se estanca. Una
nueva alteración podría desestructurarlos aún más, a menos
que, por X
razón, les guste que se produzca.
Otra opción, aunque más “avanzada” que adaptarse a los
cambios,
es CREARLOS. El concepto está referido a crear, de manera
voluntaria,
un cambio. Asimismo, al producirlo, también hay que
adaptarse de algún
modo, aunque contamos con la ventaja de haber tenido la
voluntad de
que se den. Cambiar la rutina del fin de semana, la ruta
para ir al trabajo,
la inversión del auto por la de la casa... no importa la
magnitud, sino la
intención. Y esto ya es mucho, ya que no nos quedamos
cómodamente a
esperar que algo venga, sino que somos parte activa. Claro
que en otras
ocasiones es ideal aceptar lo que el Universo nos manda y
no resistirse
por querer que las cosas sean como NOSOTROS pretendemos.
Más allá
de esto, lo importante es DISFRUTAR de la vida en todos
los aspectos,
siempre con un ojo vigilante, pero disfrutar a fin de
cuentas.
Concluyendo este capítulo, vamos a ver algo que se dejó
para el final
intencionalmente, para no herir egos muy susceptibles: los
seres humanos
estamos deformados. Esta afirmación se refiere a una “deformación
del alma”, enfermedad del alma también (y de la mente). Estamos
desconectados
de lo natural, de nuestra esencia. Lo que nos enseñan,
generalmente
no tiene que ver con lo “real”, con el famoso sentido
común.
¿Cuántas veces decimos “usá el sentido común”? ¿No se
supone que
deberíamos usarlo siempre? Para ser más claro y no dar
tantas vueltas,
lo voy a explicar de otra manera: los más pequeños actúan
desde su
forma de ser, no desde su “forma de personalidad”; ellos
desconocen
las pautas con las que se maneja el mundo o, más bien,
cada región,
ya que varían. En el proceso de aprendizaje, al chico se
le va inculcando
“cómo debe actuar”... y es, acá
mismo, donde está el problema, ya que
los mayores rara vez actúan como son realmente y sí como
se supone
que deben hacerlo, o sea, como aprendieron. Y si no
aprendieron bien...
Este concepto de que hubo “algo” que nos hizo salir del
fluir natural de
la vida, también aparece, por ejemplo, en la Biblia , cuando se habla de
sea, es más o menos el mensaje de fondo: se da una
instrucción sencilla,
que es “no comas de este árbol”. Y los seres humanos van y
la
desobedecen... Pero no vamos a profundizar sobre esto para
no caer en
conflictos religiosos.
Esta deformación (del alma, recordar que a eso nos
referimos) se
puede notar en cualquier ámbito: desde discriminar a
alguien por su
color de piel, condición sexual, o lo que sea, hasta en la
falta de solidaridad,
bajo la excusa ¿qué me importa el otro, si no lo conozco?
Ni hablar
de las personas que generan y fomentan guerras aunque, en
este caso,
el concepto es bien entendido.
Luego de lo expresado hasta el momento, los invito a que sigan
explorando,
con atención, el libro y que intenten realizar las
prácticas sugeridas,
todas destinadas a la toma de consciencia de uno mismo y
de
los demás también.
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