jueves, 29 de marzo de 2012

Conocete a vos mismo - Capítulo 1


En líneas generales, la gente anda por la vida a una gran velocidad,
rara vez se detiene a reflexionar (lógicamente, NO
SE DA CUENTA DE ESTO). Esta velocidad, permite realizar
muchas cosas en poco tiempo, pero a la vez, requiere de
una mecanicidad para poder ejecutar las actividades en corto plazo. ¿A
qué me refiero? Resultaría hasta extraño si nos detuviéramos a observar
cómo hacemos las cosas en nuestra vida: por ejemplo, bañarnos. Uno
no anda pensando en cada paso que va a ejecutar. Parecería muy gracioso
ponernos a imaginar, por ejemplo, que nos tuviésemos que detener
a pensar lo que hacemos cuando nos enjabonamos: “me enjabono el
cuello… voy pasando la esponja alrededor... paso al hombro derecho...”
Por supuesto que este ejemplo es exagerado, pero la idea sería que
nos demos cuenta de que, en algo tan simple, podemos encontrar la
explicación a esto que nos parece “común”, “normal”: hacemos prácticamente
TODO como si fuéramos máquinas. Sin tomar en cuenta, demasiado,
este ejemplo extremo, el tema sería concientizarnos acerca de
lo automáticos que somos para hacer todo. Hasta creemos que es una
gran virtud ser como una máquina. Pero serlo la mayor parte del tiempo,
no es lo recomendable.
Veamos: al aprender algo, la primera vez que lo ponemos en práctica,
lo hacemos despacio; incluso quien nos enseña, nos incita a que
empecemos tranquilos. Esto es porque, si aprendemos algún paso mal
y continuamos cometiendo el mismo error, nos quedará “registrado” en
la mente que tal procedimiento es de una manera determinada. Por lo
tanto, nos será más complicado corregir este desliz posteriormente y
registrar en nuestra mente la “modificación” del paso erróneo. (Ejemplo:
Al hacer papas fritas, si no aprendemos que el aceite debe hervir antes
de ponerlas, puede que sigamos cometiendo el mismo error en algunas
ocasiones).
Luego de que aprendimos bien, la segunda vez será más fácil. No
tardaremos tanto en realizar la actividad, ya que no habrá que pensar
demasiado para hacerla. Las siguientes ocasiones, nos resultará más
sencillo todavía; incluso podemos hacer otra cosa aparte de esta actividad,
porque ya la sabemos hacer bien. Es como si tuviéramos una especie
de “memoria” sensorial; cuando queremos hacer algo, sólo debemos
buscar la “información” en el “disco duro” del cerebro. Y al ejecutar la
orden dándole enter... comenzaremos a realizar la actividad de forma
AUTOMÁTICA (el “proceso de búsqueda” de esta información es rapidísimo,
seguramente menos de un segundo). Y así con todo.
Ojo, esto tiene sus grandes ventajas, no quiero decir que esté mal.
Si tuviésemos que pensar, lentamente, para hacer ABSOLUTAMENTE
TODO, tardaríamos mucho tiempo y no podríamos optimizar y realizar
muchas labores, sino muy pocas. Pero a lo que apunto, es que toda
nuestra vida la transitamos como si fuésemos máquinas. No lo somos.
En realidad, somos seres humanos... Esta afirmación parece muy tonta,
obvia, sin embargo, en la práctica se nos olvida. Al vivir apurados, no
recordamos dónde dejamos el paraguas, si saludamos a tal persona, si
tomamos la pastilla, etc. Pero es que estamos a full... claro. Cualquier
persona cree que es “normal” hacer las cosas automática-mente.
Por experiencia propia, recomiendo que nos observemos a nosotros
mismos de vez en cuando. Esto puede ser interesante y, a la vez, divertido.
Notaremos “cómo” hacemos las cosas, además, que cuando queremos
observarnos, con el intelecto no podremos seguir al cuerpo, debido
a la velocidad de la “memoria” sensorial mencionada anteriormente.
Para que se den una idea de la sensación que pueden tener al auto observarse
y lograr conciencia de uno mismo, sería algo así como en
alguna experiencia que hayamos tenido alguna vez, seguramente grata:
estar en tal lugar, o con una persona que creíamos inaccesible. “Guau,
yo, acá, en este lugar (o con esta persona)”. De todos modos, dejaremos
este ejemplo de lado; ya que se desarrollará, con profundidad, en el
último capítulo.
Seguimos adelante: el incorporar de forma práctica una visión distinta
de vida al subconsciente hace que actuemos de otra manera, incluso
mecánicamente; esto último sería cuando no nos observamos. Cuando
ese conocimiento empieza a ingresar en uno, o sea, forma parte de la
mentalidad “habitual” o “normal”, empieza nuestro cambio. Un cambio
nada fácil, por cierto. Empezaremos a ver todo de otra manera, hasta
puede que nos preguntemos cómo puede ser que antes no nos dábamos
cuenta de determinadas cosas. Pero lo mejor de todo, es que encontraremos
respuestas a preguntas que antes no podíamos respondernos,
sólo aceptábamos que así eran las cosas, ya que nadie nos lo había podido
explicar (o tal vez, tampoco nosotros nos hicimos esas preguntas).
Volviendo al tema de la masa, sería interesante explicar algo con respecto
al proceder de los individuos cuando interactúan y cuando están
por separado. Para explicarlo mejor, cito el dicho: “El hombre piensa, la
masa no...” ¿A qué se refiere esta frase? Sencillo: cuando hablamos con
alguien, podemos analizar las cosas que decimos, reflexionar para no
decir barbaridades (algunos, ni eso... aunque no venía al caso) o, a lo
sumo, para no comentar cualquier cosa, como si no estuviésemos prestando
atención al tema del cual nos hablan. Pero cuando estamos en la
masa, rara vez nos planteamos lo que escuchamos: un líder político o
religioso, puede empezar a hablar enardecidamente, y nosotros ni cuenta
nos damos de por qué todos empiezan a exaltarse, a gritar, tal vez.
Probablemente imitemos el comportamiento. Si la persona al frente del
micrófono hablara pestes de alguien, puede que, en ese momento, hasta
nos creamos lo que dice. Esperemos que no mande a linchar a nadie,
porque la masa, obediente como es (y floja de actitud para discernir),
va y lo hace. ¿Y por qué la gente cae en este estado, como de hechizo?
Porque se genera una especie de mente grupal, que es comandada,
en este caso, por quien está al frente del micrófono, o sea, la persona
que le habla a la masa. En otros casos, también puede que no haya un
líder definido, como en los saqueos. ¿Cómo es posible que gente que
jamás ha robado en la vida, esté pasando por el lugar y, de golpe, siente
ganas de saquear también? Porque la energía de la mente grupal fue
más fuerte y el individuo cedió. En los linchamientos es igual. Sólo basta
que haya personas con ganas de violentarse y una razón “justificada”,
que sería un grave delito que haya cometido el futuro “linchado”. Sólo
que, a veces, hasta es inocente de eso que se acusa, pero se le ha hecho
tan mala fama que los demás lo creen culpable (de todos modos, no
era la solución ir y “enseñarle” a los golpes limpios).
Ahora, la parte práctica: ¿cómo evitar ser absorbido por la mayoría?
En esos momentos, habría que conseguir un instante de reflexión. ¿Fácil?
Para nada. Las primeras veces, hay que tener una actitud pre-determinada
de no violencia; más adelante, ya la tendremos incorporada
como algo normal. La energía de la masa nos va a tentar, incluso, las
personas con sus comentarios pueden darnos argumentos que, en esos
momentos, consideremos como exactos, justos para la ocasión. Poder
serenarse es todo un logro, aun cuando no lo consigamos del todo y tengamos
sentimientos negativos. Si no propinamos insultos o si no vamos
y hacemos justicia por mano propia, etc., ya es un gran avance. Una gran
ayuda puede ser prestar atención a la respiración. Es una técnica que, si
usáramos más seguido, podría calmarnos con más facilidad. También,
recordar el dicho mencionado “El hombre piensa, la masa no”. ¿Acaso
somos títeres, robots, que no tenemos voluntad y nos vamos a dejar llevar
por todo lo que dicen los demás? Si la mayoría lo es, problema suyo,
nosotros aspiremos más alto. Entonces, a aplicar prácticamente el dicho
y no filosofar solamente.


Adaptarse a los cambios

Siguiendo con el tema de la masa, debemos advertir algo que vendría
bien para que se produzcan grandes y beneficiosos cambios; justamente,
ADAPTARSE a ellos.
Intentaré explicar la idea: La mentalidad cotidiana no favorece el
adaptarse a los cambios sino, más bien, acostumbrarse a algo. Una vez
que ingresó esa costumbre, se forma una estructura en nosotros, que
favorece a la automatización del cerebro. ¿Es malo esto? Para nada.
Es normal. Pero, ¿qué pasa cuando se produce un quiebre en la rutina?
Puede confundirnos, mucho o poco. El talento está en TENER LA
VOLUNTAD, LAS GANAS de reacomodarnos a esta modificación que se
va a producir en lo cotidiano. En este aspecto, los más chicos tienen la
ventaja de querer aprender y aprender, por lo que van a estar dispuestos,
mental y físicamente, a un cambio de estructura sobre algún tema o,
directamente, a aprender algo nuevo y a adaptarse a ello. Es que, al no
tener demasiada información pre-determinada, están más dispuestos a
lo nuevo. Falta exponer más estos temas en la cultura general, de modo
que, a las personas mayores, luego no le cueste tanto esta adaptación a
los cambios. Por cierto, ésta es una de las claves de los exitosos. Supieron
acompañar el cambio en vez de resistirse a él. Puede que les haya
costado pero, finalmente, lo consiguieron.
Otras personas se resignan en vez de adaptarse y no les va tan mal
ya que, luego, se acostumbran. Claro que, si vuelven a cerrar su mente,
se les complicaría si apareciera un nuevo acontecimiento. Y también están
los que no logran “aclimatarse” y sufren horrores. Tal vez, con mucho
esfuerzo, logran aceptar que ya todo no es como antes, pero se la pasan
reviviendo el pasado una y otra vez, con lo que su mente se estanca. Una
nueva alteración podría desestructurarlos aún más, a menos que, por X
razón, les guste que se produzca.
Otra opción, aunque más “avanzada” que adaptarse a los cambios,
es CREARLOS. El concepto está referido a crear, de manera voluntaria,
un cambio. Asimismo, al producirlo, también hay que adaptarse de algún
modo, aunque contamos con la ventaja de haber tenido la voluntad de
que se den. Cambiar la rutina del fin de semana, la ruta para ir al trabajo,
la inversión del auto por la de la casa... no importa la magnitud, sino la
intención. Y esto ya es mucho, ya que no nos quedamos cómodamente a
esperar que algo venga, sino que somos parte activa. Claro que en otras
ocasiones es ideal aceptar lo que el Universo nos manda y no resistirse
por querer que las cosas sean como NOSOTROS pretendemos. Más allá
de esto, lo importante es DISFRUTAR de la vida en todos los aspectos,
siempre con un ojo vigilante, pero disfrutar a fin de cuentas.
Concluyendo este capítulo, vamos a ver algo que se dejó para el final
intencionalmente, para no herir egos muy susceptibles: los seres humanos
estamos deformados. Esta afirmación se refiere a una “deformación
del alma”, enfermedad del alma también (y de la mente). Estamos desconectados
de lo natural, de nuestra esencia. Lo que nos enseñan, generalmente
no tiene que ver con lo “real”, con el famoso sentido común.
¿Cuántas veces decimos “usá el sentido común”? ¿No se supone que
deberíamos usarlo siempre? Para ser más claro y no dar tantas vueltas,
lo voy a explicar de otra manera: los más pequeños actúan desde su
forma de ser, no desde su “forma de personalidad”; ellos desconocen
las pautas con las que se maneja el mundo o, más bien, cada región,
ya que varían. En el proceso de aprendizaje, al chico se le va inculcando
“cómo debe actuar”... y es, acá mismo, donde está el problema, ya que
los mayores rara vez actúan como son realmente y sí como se supone
que deben hacerlo, o sea, como aprendieron. Y si no aprendieron bien...
Este concepto de que hubo “algo” que nos hizo salir del fluir natural de
la vida, también aparece, por ejemplo, en la Biblia, cuando se habla de
la Caída del Paraíso, luego de desobedecer las instrucciones de Dios. O
sea, es más o menos el mensaje de fondo: se da una instrucción sencilla,
que es “no comas de este árbol”. Y los seres humanos van y la
desobedecen... Pero no vamos a profundizar sobre esto para no caer en
conflictos religiosos.
Esta deformación (del alma, recordar que a eso nos referimos) se
puede notar en cualquier ámbito: desde discriminar a alguien por su
color de piel, condición sexual, o lo que sea, hasta en la falta de solidaridad,
bajo la excusa ¿qué me importa el otro, si no lo conozco? Ni hablar
de las personas que generan y fomentan guerras aunque, en este caso,
el concepto es bien entendido.
Luego de lo expresado hasta el momento, los invito a que sigan explorando,
con atención, el libro y que intenten realizar las prácticas sugeridas,
todas destinadas a la toma de consciencia de uno mismo y de
los demás también.

martes, 20 de marzo de 2012

Pequeño fragmento del libro, Capítulo 3: La auto-observación y la loca-"mente"

Les dejo un fragmento interesante del Cap. 3:

"... ¿Para qué sirve la auto observación? Para que podamos ser más conscientes de lo que pensamos, por ejemplo. Si pudiésemos lograr “ver” los miles de pensamientos que tenemos por día... Esto explicaría por qué la sociedad tiene, en general, baja autoestima (ya veremos a
lgo acerca de la autoestima, pero más adelante). Lo más importante para poder observarnos, algo verdaderamente fundamental, es ser “despiadadamente sinceros” o “brutalmente honestos” con nosotros mismos. Porque muchas veces observamos, en nuestra mente, pensamientos que no están nada de buenos, pero nos justificamos ante nosotros mismos, porque tal persona “se lo merece” (esa maldad que estamos pensando). No somos tan buenitos como creíamos entonces... Igualmente, todo ser humano tiene mucha bondad dentro. Es por eso que, al vigilarse uno mismo, se puede lograr no engancharse con pensamientos negativos y “cortarlos” literalmente de raíz, ya que no son realmente agradables..."

Espero que les guste. Ya dejaré más fragmentos...

martes, 13 de marzo de 2012

Introducción

Hola a todos. Antes que nada, debo decirles que soy nuevo en esto de los blogs (y eso que hace rato que están, pero bue…). De todos modos, lo importante es escribir, expresarme, y eso se hace igual en todos lados.
Quería comentarles acerca de mi libro “Conocete a vos mismo”, que salió hace poco: es una obra basada en lo que llamo “psicología práctica”, que sería algo así como el sentido común, pero aplicado en la práctica y no quedándose solamente en la teoría. Actitudes repetitivas que tenemos en la vida y ni cuenta nos damos. Algunas, no tiene casi nada de malo, excepto por que “no nos damos cuenta” de que las hacemos. No es tan fácil explicar esto, pero ya que lo conseguí, medianamente, en el libro, intentaré hacerlo acá también. Voy a darles un ejemplo: uno puede tener la costumbre de tratar de determinada manera a un/a hermano/a, o a su padre o madre y viceversa. El trato es, más bien, informal, levantando mucho la voz al hablar. En lo cotidiano, todo bien. Pero supongamos viene alguna visita. Esa forma de trato puede resultarle incómoda, sea porque en su hogar no se acostumbra a tenerla, o por la falta de confianza con esas personas. Miles de ejemplos más puede haber: desde distintas mañas a la hora de tomar el té, pasando por costumbres que uno tiene cuando come determinada comida, etc. Y nosotros ni cuenta nos damos de esas actitudes que tenemos en forma reiterativas... Como decía antes, no son actitudes malas, no dañan a nadie, pero lo hacemos casi todo como MÁQUINAS, cuando en realidad, somos humanos, los únicos con la capacidad de razonar y discernir (en este mundo, al menos...). Habría que TOMAR CONCIENCIA, aunque sea un poco más, de todo lo que hacemos.
Hasta acá llego por esta publicación, un poquito más densa por ser como la introducción, je, je, je, pero va a ser útil para entender las demás, que van a ser algo más profundas.
Saludos cordiales…