En los actos... Pero qué difícil resulta a veces, ¿no? Sobre
todo, si uno trata de seguir un camino espiritual. Porque se puede tener una
situación particular en el trabajo, como una persona de más jerarquía con la
que no se lleva bien o, simplemente, un compañero. También, puede ser que el
mismo trabajo no lo satisfaga. En todos los casos, se trata de un tema
delicado, porque el trabajo es la fuente de ingresos y no se puede dejar así
como así. Por lo tanto, hay que buscar una solución alternativa. Sin embargo,
mientras tanto, hay que seguir en ese lugar. Y si estamos con bronca, nos
podemos enfermar, bajonear inclusive (experiencia propia). Y no vale la pena.
¿Cómo hacer entonces?
Primero que nada, entender que el trabajo lo debemos hacer
lo mejor posible, pero sin creer que lo que pasa en el es lo más importante del
Universo (como tal vez nos quieran hacer creer). Segundo, hacer el esfuerzo
máximo por entender la ignorancia de las personas con las que tratamos. No
significa que seamos lo mejor ni unos sabios pero, tal vez, el/la superior no
actúe pensando claramente lo que hace. Puede que, agobiado/a y
mal-acostumbrado/a a la rutina del trabajo, esté procediendo como una máquina
(nosotros mismos, en tantas ocasiones). Otra cosa muy importante es mantener a
raya nuestro ego: podemos recibir miles de provocaciones, pero mientras
logremos mantenernos centrados y, si es posible, con una sonrisa, estaremos
salvaguardando nuestra salud.
También puede darse una situación más complicada aún: diferencias
con una persona de la familia o amigo con quien convivimos. Acá si que tenemos
una prueba muy interesante, porque esa persona nos conoce (y la conocemos) en
todo sentido, incluyendo nuestros malos momentos. Pero lo importante es
detectar los instantes exactos en los que podemos estar actuando de una manera
que no es la correcta. Solo la adquirimos como rutina, y ahí, somos nosotros
los que actuamos como máquinas al reaccionar. Si nos damos cuenta a tiempo,
podemos corregir el error sobre la marcha y sanear la convivencia.
Para resumir: quien quiere vivir una vida espiritual, con la
mejor relación posible con los demás y con uno mismo, debe buscar actuar de
manera que lo que haga pueda recordarlo sin arrepentimiento. No llevemos esto
al extremo: con la experiencia, vamos aprendiendo a no reaccionar de la misma
manera o a proceder de otra forma en determinadas circunstancias. Y esto no lo
hubiéramos aprendido si no nos equivocamos previamente. Así que actuar
consecuentemente con lo que uno piensa (y siente de verdad) no es nada fácil,
pero vale la pena intentarlo.
Culmino con una frase de uno de los textos del Curso que
estoy haciendo de Coaching Ontológico, con respecto al miedo de intentar algo:
“La
diferencia la hace la perspectiva, la interpretación de la palabra fracaso:
El fracaso no existe; existen experiencias... y así nos sobreponemos al miedo de cometer errores”.
El fracaso no existe; existen experiencias... y así nos sobreponemos al miedo de cometer errores”.
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