sábado, 19 de abril de 2014

Autoestima

Auto (del griego autos, que significa por sí mismo). Estima (del latín aestima, del verbo aestimare; que significa evaluar, valorar). Algo así como: “Estimarse (o valorarse) a sí mismo”. Entonces, ¿cómo reconocemos la autoestima?

Sin duda, puede ser tema de confusión, ya que hay que ver de dónde proviene. Vamos a tocar, someramente, el tema de ego y esencia, para clarificar la cuestión. Acá están las definiciones de esas palabras según mi libro “Conocete a vos mismo”:

Ego: el “falso” yo. (…) Es eso que desarrollamos de acuerdo a nuestra experiencia de vida y que vamos adquiriendo con el paso del tiempo. (Acá añadiría): Son, generalmente, las ideas que tomamos como “ciertas” y que defendemos más adelante, generalmente, cuando estamos frente a otra persona. Las cosas parecieran ser de una manera determinada, o sea, como dice la mayoría. Y de acuerdo a esos valores nos manejamos en la vida. (…) Debemos tener en cuenta que actuamos desde el la mayor parte del tiempo entonces, según lo que nos digan, dependerá nuestro estado de ánimo y cuánto nos estimemos.

Esencia: Podemos decir que es lo más puro de una cosa, lo más importante, lo verdadero. En el caso de los humanos, lo podemos ver claramente en los bebés, o en los nenes más chicos. Esa inocencia, esa pureza que irradian. Es lo más real que tenemos, lo que SOMOS. (Añadiría): El “chip” con el que venimos a la vida. Y hablando espiritualmente, también se diría que es la información que acumulamos en nuestra alma de encarnaciones anteriores, pero no es la temática que se va a abordar.

Retomando el tema, cuando nuestra autoestima proviene del ego, puede haber diversas reacciones. Estas, pueden derivar en alta o baja autoestima, dependiendo de la emoción o estado de ánimo de cada uno. En cambio, cuando la esencia domina el asunto, debería haber solo alta estima, ya que lo más puro de nosotros tiende a la bondad, a querer a propios, extraños y a nosotros mismos (aunque puede haber excepciones).  

¿Cómo saber quién tiene autoestima alta o baja? Independientemente de si está comandada por la esencia o el ego, estamos hablando de personas que suelen confiar en sí mismas. Aun cuando algo vaya mal, se ve que siguen intentando perseguir su objetivo. Son personas que no se quiebran fácilmente por una opinión desfavorable sobre ellas mismas. Y las personas de baja autoestima puede que tengan como hábito culpar a los demás. Inclusive, pueden simular ser “fuertes”, pero no se hacen cargo de sus acciones. Ojo que puede que pase al revés: que en lugar de culpar a los demás, lo hagan con sí mismas. También suelen hacer comentarios desfavorables sobre sí mismas; pero no en broma, sino reiteradamente. Es posible que ninguna de estas 2 clases de personas entiendan como el otro tiene esa clase de autoestima (me refiero a los opuestos entre sí).


Lo más importante de todo, es reconocer como estamos en la materia de amarnos a nosotros mismos. Puede parecer difícil amar a los demás, pero también puede ser complicado hacerlo consigo mismo. Cuando nos detectemos en autoestima baja, hagamos el esfuerzo por transmutar al positivo. La mayoría de las veces, si es que tenemos ganas, lo conseguiremos. Y si andamos en “alta”, contagiemos al que anda mal y regalemos lo mejor de nosotros a cualquier otro. Pero, también, tratemos de tener empatía: no siempre el de baja estima querrá recibir esa energía alta. Habrá que respetar esa decisión, aunque suele ser la minoría, ya que el ser humano tiende a estar bien y quiere que la gente de su alrededor también lo esté. 

domingo, 13 de abril de 2014

Ser consecuente


En los actos... Pero qué difícil resulta a veces, ¿no? Sobre todo, si uno trata de seguir un camino espiritual. Porque se puede tener una situación particular en el trabajo, como una persona de más jerarquía con la que no se lleva bien o, simplemente, un compañero. También, puede ser que el mismo trabajo no lo satisfaga. En todos los casos, se trata de un tema delicado, porque el trabajo es la fuente de ingresos y no se puede dejar así como así. Por lo tanto, hay que buscar una solución alternativa. Sin embargo, mientras tanto, hay que seguir en ese lugar. Y si estamos con bronca, nos podemos enfermar, bajonear inclusive (experiencia propia). Y no vale la pena. ¿Cómo hacer entonces?

Primero que nada, entender que el trabajo lo debemos hacer lo mejor posible, pero sin creer que lo que pasa en el es lo más importante del Universo (como tal vez nos quieran hacer creer). Segundo, hacer el esfuerzo máximo por entender la ignorancia de las personas con las que tratamos. No significa que seamos lo mejor ni unos sabios pero, tal vez, el/la superior no actúe pensando claramente lo que hace. Puede que, agobiado/a y mal-acostumbrado/a a la rutina del trabajo, esté procediendo como una máquina (nosotros mismos, en tantas ocasiones). Otra cosa muy importante es mantener a raya nuestro ego: podemos recibir miles de provocaciones, pero mientras logremos mantenernos centrados y, si es posible, con una sonrisa, estaremos salvaguardando nuestra salud.

También puede darse una situación más complicada aún: diferencias con una persona de la familia o amigo con quien convivimos. Acá si que tenemos una prueba muy interesante, porque esa persona nos conoce (y la conocemos) en todo sentido, incluyendo nuestros malos momentos. Pero lo importante es detectar los instantes exactos en los que podemos estar actuando de una manera que no es la correcta. Solo la adquirimos como rutina, y ahí, somos nosotros los que actuamos como máquinas al reaccionar. Si nos damos cuenta a tiempo, podemos corregir el error sobre la marcha y sanear la convivencia.

Para resumir: quien quiere vivir una vida espiritual, con la mejor relación posible con los demás y con uno mismo, debe buscar actuar de manera que lo que haga pueda recordarlo sin arrepentimiento. No llevemos esto al extremo: con la experiencia, vamos aprendiendo a no reaccionar de la misma manera o a proceder de otra forma en determinadas circunstancias. Y esto no lo hubiéramos aprendido si no nos equivocamos previamente. Así que actuar consecuentemente con lo que uno piensa (y siente de verdad) no es nada fácil, pero vale la pena intentarlo.

Culmino con una frase de uno de los textos del Curso que estoy haciendo de Coaching Ontológico, con respecto al miedo de intentar algo:

La diferencia la hace la perspectiva, la interpretación de la palabra fracaso: 
El fracaso no existe; existen experiencias... y así nos sobreponemos al miedo de cometer errores”.