Esa simple palabra es la verdadera motivación que todo ser
humano busca. Si prestamos atención, durante largo tiempo se han buscado
fórmulas para obtenerla. Inclusive, con el típico extremismo mental humano, se
ha querido ser feliz hasta la muerte, o sea, felicidad infinita, sin momentos
infelices. Esto no podría ocurrir por el simple hecho de que los momentos de adversidad
sirven como pruebas. ¿Y en qué nos prueban? Sencillo: podemos tener un muy buen
pasar y haber aprendido importantes lecciones de vida. Sin embargo: ¿las aprehendimos?
¿Quedaron marcadas esas experiencias en nosotros? Entonces, a pasar la
evaluación de turno de la vida… y acá no hay notas. Solo es aprobada y
desaprobada. Pero aun si no pasamos la prueba, podemos tomar esa experiencia
para la próxima. No importa la cantidad de años que uno tenga: lo empírico es
importante solo cuando recordamos las lecciones. De otra forma, se convierte en
experiencia nula. Es cierto que los años nos la dan; a pesar de eso, no es para
jactarnos de las mismas, sino para crecer como persona y para recordar lo
vivido en situaciones similares y no cometer los mismos errores. Y por
supuesto, para ayudar y guiar a otros.
Volviendo al tema central, por regla general, no admitimos
que podemos ser felices HASTA QUE NO NOS LLEGUE LO QUE QUEREMOS. Esta es una
clave muy importante (motivo por el cual estoy haciendo este escrito, por darme
cuenta de que estaba cayendo en ese error) para quitar tanta expectativa a
futuro y disfrutar más del presente. En el Guerrero Pacífico aparece este
concepto. También, unido a él, algo así como: “La felicidad está en el camino,
no en la meta”. O en otras palabras, DISFRUTAR mientras se va transitando el
camino. Claro, porque puede pasar que cuando lleguemos a la meta, nos sintamos
vacíos. Al quedarnos sin objetivo, pensamos: ¿y ahora qué? En cambio, si fuimos
disfrutando lo mayor posible cada tramo que pudimos, al llegar a la meta
podemos sentirnos realizados. Y, en esta ocasión, sí ver hacia el pasado (solo
un ratito) para poder darle mayor valor a lo conseguido. Lógicamente, tendremos
más metas. Pero esta la pudimos valorar como corresponde. Ah, por cierto: una
clave para no perder tanta energía porque no se da algo es no poner una
expectativa tan alta. Esto es, más bien, un truco psicológico. A lo mejor
creíamos que una situación se iba a dar de tal manera. Al no darse de esa
forma, nos decepcionamos o frustramos y generamos mala vibra interna. Se
hubiera evitado fácilmente con aceptar que las cosas se podían dar de tal forma
o tal vez no. Una especie de adaptación a la situación. Lo que sí, recordar que
la expectativa es importante, tampoco serviría “no poner expectativa” (que no existe)
o mejor dicho poner muy pocas, ya que también es cierto que las expectativas
generan una fuerza interna o motivación para hacer algo.
Finalmente, considero importante recordar que debemos
permitirnos tener algún bajón debido a que somos seres humanos. Además, si
recordamos nuevamente el Quinto Principio Hermético, el de Ritmo, entenderemos
el porqué de esto. Para refrescar y simplificar, este principio se ejemplifica
con un péndulo. Este se encuentra quieto, en el centro. ¿Qué pasa cuando lo
empujamos hacia la derecha? Naturalmente, vuelve con la misma fuerza hacia la
izquierda. Y así se va a mantener, de lado a lado, hasta que nuevamente
encuentre el “centro”. Si la derecha era la euforia, la izquierda bien podría
ser una tristeza o ira profunda. ¿Se entienden ahora los cambios de humor
extremos? La clave está en bajar el extremismo. Disfrutar de la sensación de
bienestar, por supuesto. Pero no pasarse (o sarparse, interesante “alverre” por
“al revés”, utilizado en Argentina), ya que, por principio de ritmo, en algún
momento va a venir un sentimiento “opuesto”. Hay otro principio hermético que
habla de ello, pero no viene al caso. Lo mejor, como es un clásico del final en
mis escritos, es el equilibrio. Lo más cercano al centro posible.